Producto de la tradición o del aburrimiento pero existían sólo dos profesiones en la isla, una era obviamente ser navegante, la segunda era la suma de todas las demás tareas, desde cocinar los animales de todos los tamaños hasta castigar a aquellos que no entregaban los impuestos a tiempo. Con cabellos negros y piernas fuertes, y casi tres décadas encima, ella era enfermera no porque así lo quiso sino porque había sido leído en las cartas que le tiraron al nacer, que también le pronosticaron una belleza que competiría con astillas, clavos y cuchillos que se le enterraban o arañaban brazos, hombros y piernas dejando los recuerdos de torpeza o de su mala suerte en su cuerpo y dejando también manchitas de sangre en el suelo.

El puerto infinito, que con una nube de barcos encerraba a la isla cómo las nubes de tormenta lo intentan con el sol, se extendía por toda la costa e incluso tierra adentro porque los barcos abandonados se confundían con las casas de madera, y parecía ser él único puerto conocido por la raza humana, pues los que habitaban la isla no conocían otra civilización diferente a la suya, donde había más embarcaciones que personas y más animales que embarcaciones y donde a falta de buenos caminos para regresar a sus casas, muchos decidían quedarse a dormir en los muelles donde los mejores lugares en el suelo polvoroso estaban reservados para los más respetados, que se sentían los hombres más ricos del mundo porque para los PuntaDelgadences a fuerza de su milenario aislamiento se habían pasado de abuelo a padre y de padre a hijos la acertada idea de que la única tierra habitada era su isla y estaban solos en el mundo y de que no había nada más allá que el océano, idea que parecía acertada idea porque realmente nunca nadie los había visitado y porque ninguno de ellos se había nunca alejado más de tres días de viaje mar adentro por miedo a perder la orientación y no saber regresar a la sobre-poblada y pequeña isla.

Punta Delgada era en ese periodo una isla en donde no cabía ya un alma más, al extremo de que se mandaba a las madres a parir en altamar y la mitad de la población vivía navegando en el mar sin siquiera tener derecho a encallar sus barcos contra las rocas sino contra los otros barcos mas afortunados y algunos solo visitaban la isla para asuntos inevitables.

 

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