2030, Stuttgart

Ella Alemana, él Colombiano. Quien habría pensado que un extraño juego de la realidad hizo que los recuerdos de la niñez cobraran vida, sus recuerdos se recreaban en la calle cómo si fuera un castigo por exiliarse con ella tan lejos de sus orígenes  y Alemania desaparecía consumida por una selva que a la gente de veneno y hambre. Sus miradas se encontraban en la mitad de la mesa donde el aire caliente saliendo de la tetera calentaba la fría mañana, sentados uno frente al otro cómo en otros tiempos lo hacían en Paris, donde sí era seguro cruzar la puerta y salir, tenían hambre pero había que racionar el poco de pan y carne que quedaba aún en la alacena, esperaban ansiosamente que el té se enfriara para calmar el frio que en plena Alemania se disputaba la temperatura de la ciudad con el calor del trópico Colombiano, a través de la ventana, los altos platanales de su infancia crecían en las calles empedradas de Stuttgart con grandes y verdes hojas que se extendían hasta el suelo donde algunos miserables buscaban refugio, mas abajo las matas de cacao, tal como él recordaba cuando niño, según se decía si robas el cacao el diablo vendrá por ti, y aún mas abajo las serpientes que a veces atacaban los caballos tumbando a los guerrilleros que cabalgaban sobre ellos con sus fusiles, quien habría pensado que en plena plaza principal de Stuttgart yacían osos hormigueros cazados y destripados de los que se alimentaban los indios de la montaña, que rondaba el espectro de su madre caminando horas con sus dos niños hasta la escuela cantando boleros tristes, y el río alemán Neckar ahora oscuro con el color de la tierra tropical se crecía cada cierto tiempo matando tanto a Europeos cómo Colombianos, hombres, mujeres y niños a su paso, todo eso mientras esperaban que su té se enfriara, ella con sus ojos de amor azul y cabello iluminado por el sol de la mañana rozaba sus pies contra los suyos con el amor de más de una década mientras las miles de hormigas formaban montañas marrones vivientes en las esquinas que había que rocear con gasolina para prenderles fuego, mientras ella pensaba en las caminatas por cafetales verdes y rojos con matas de frutas que nunca había visto, lulo, guanabanas, guayabas, las comadrejas robaban las gallinas y los ejércitos se tomaban los pueblos y los carros bomba explotaban en la ciudad exactamente igual que en la infancia Bogotana de su esposo, donde a veces se encontraban muertos en la calle los malditos desgraciados que saltaban de la torre mas alta, y seguían muriendo las hormigas y su padre caminaba en el tic tac del reloj de plata que ella nunca dejó perder, así ella con la belleza de la mañana seguía mirándolo con su risa que a pesar de los tantos años de convivencia, él debía soportar porque estaba cargada de cariño puro y siempre venían después palabras en Aleman y Español que quieren decir te quiero mucho y que fueron causa de su descendencia de pequeños seres, unos parecidos a él, otros parecidos a ella, esos niños que por la casa correteaban los pollitos de colores que compraban a solo cinco pesos y a quienes hablaban en Aleman o Español.

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